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ESPIRITUALIDAD: Fe -2º parte- (por Ignacio Larrañaga)

jueves, 21 de mayo de 2009


(continuación)

Sin embargo en la vivencia de la fe lo más difícil es el silencio de Dios.
Dios es aquel que siempre calla.
Ud. Tuvo una tentación, sucumbe, Dios calla.
Usted tiene una tentación, lucha, vence, Dios queda igual, callado; ni reprocha ni felicita.
Usted sale al jardín, hablan los pájaros, hablan las estrellas, Dios calla.
Usted va abandonando los compromisos con Dios hasta que llega un momento en que vive como si Dios no existiera, y Dios calla.
Usted vive con una tenacidad heroica sus compromisos de fe hasta el día de su muerte y Dios calla.
La familia entera desecha en un accidente de tránsito en una tarde de verano y Dios calla.
Caen brutalmente sobre usted calumnias, medias verdades, altas traiciones y usted queda aturdido sin saber a donde mirar ni en que dirección caminar y Dios calla.
Es un silencio que va demoliendo todas las resistencias y comienzan a surgir voces, usted no sabe de donde, si desde debajo del mar, desde debajo de la tierra, desde debajo de su consciencia o desde ninguna parte que le dicen aquella pregunta del salmo 42: oye, ¿donde esta tu Dios?.
No se trata del sarcasmo de un volteriano, se trata de aquella perplejidad que queda flotando en la retaguardia de la conciencia y que le dice y no le dice nada, le sugiere y no le sugiere nada, aquella pregunta que ni siquiera es pregunta y que dice: Y si todo esto no fuese así?.
Ya está usted metido en una crisis de fe. Quien se libra de esto? De estos momentos de confusión casi nadie se libra a lo largo de la vida. No se libraron los profetas, Elías, Geremías, ¿Qué le pasó a Jesús en el Calvario?, fue una momentánea noche oscura, debido al silencio de Dios. Para entender esto, tenemos que tener en consideración que la travesía de la pasión y muerte la atravesó, Jesús, con una elegancia impresionante, pero al final tuvo una recaída emocional.
Para entender esto, tenemos que tener en consideración que Jesús estaba metido en una profunda agonía, habiendo perdido gran parte de su sangre, deshidratación total, fiebre altísima, situación físicamente exasperante. A nivel humano aquello se parecía a un holocausto!. Los apóstoles, todos, abandonándolo, huyeron. Uno lo traicionó, el otro lo negó. Lo que nunca sucede, sucedió en aquella oportunidad. Es decir, que los que nunca se sientan en una misma mesa, se sentaron e aquella oportunidad, todos juntos, Israel y Roma; Herodes, Pilatos y Caifás; el pueblo y las autoridades. Enemigos irreconciliables entre sí que nunca se miran a la cara y nunca se sientan juntos, esta vez se sentaron en una misma mesa para decidir sobre este hombre y para concluir que no merecía vivir y que debía ser expulsado de la tierra de los vivientes.
¿¿Cabe imaginar catástrofe mayor!?,¿¡ fracaso mayor en los anales de la historia!?. Pero si el Padre estaba con él, lo tenía todo. Quien a Dios tiene nada le falta.
Pero de pronto, comenzó a sentir una sensación confusa de vacío, ausencia. Como si el padre hubiese pasado, también al bando de los enemigos; como si el Padre lo desautorizara, también para existir; como si el Padre hubiese desaparecido y se hubiese tornado en vacío cósmico, distancia sideral, vapor de agua, simplemente en la nada!. ¿¡Por qué me has abandonado!? ¿¡Dónde estás!?.
En este momento, supo, Jesús, distinguir el sentir y el saber de la fe. Y vino a decir: Padre mío, contra toda esta confusión y obscuridad que reina dentro de mi, yo sé Padre querido que tú estas aquí, ahora, conmigo; contra todas las apariencias y contra todas las sensaciones, y en tus manos, ahora mismo, entrego mi vida.
Y reclinando la cabeza, murió.
Nunca Jesús estuvo tan grande como en el último minuto; nunca la fe escaló tan alta montaña como en este momento!.
El Padre no evitó que su hijo cayera en las garras de la muerte, pero conmovido el Padre por la fidelidad de este, su hijo. Este, su hijo, que cuando todo le decía que no, él dijo que sí. Cuando tenía todos los motivos para pensar que se había equivocado o que había sido víctima de alguna alucinación o que el Padre, efectivamente, lo había abandonado. A pesar de todo y contra todo, supo mantener su apuesta hasta las últimas consecuencias. Conmovido el Padre, digo, por tanta fidelidad heroica, entra en el reino de la muerte, lo rescata a la vida, le da la resurrección y la inmortalidad y determina que el universo entero deba doblar las rodillas para gritar hasta el fin del mundo que Jesucristo es el Señor!. Por su fidelidad!.
Por eso nos dirá Pablo escribiendo a los Corintios que Jesús no es “un sí y un no”, sí cuando sopla la brisa, no cuando sopla el viento. Es un SI incondicional, absoluto, universal. Y la carta a los Hebreos nos dirá que Jesús sufriendo mucho aprendió a obedecer. Quiere decir, que le costó mucho ser fiel.
Al frente de esta peregrinación de la que nosotros participamos, camina, pues, un peregrino, hermano, Jesús, al que le costó mucho ser fiel. El es desde siempre y para siempre nuestra seguridad, nuestra garantía y nuestra certeza.

FIN!

Que así sea!

1 Comentarios:

San Itario dijo...

Lindo che... lindo nada mas.