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FORMACION: El sentido de la vida (Capitulo 1 de Jovenes hacia el tercer milenio)

jueves, 4 de junio de 2009

Bueno...
Tal cual lo prometí...
Les envio el PRIMER capitulo del libro JOVENES HACIA EL TERCER MILENIO del padre BUELA
El libro está muy bueno... es verdad que hay algunos capitulos que son bastante polémicos... pero el libro en si es excelente!!!
VA EL PRIMERO
(Es medio largo! Lo puden imprimir y leer luego mas tranquilos... y... luego SUBAN SUS COMENTARIOS al BLOG!)
CAPÍTULO I: El sentido
1.El sentido de la vida
1.

No podría comenzar estas páginas, sin antes intentar responder a una pregunta fundamental: ¿Hay "algo" que distinga al ser humano de las demás cosas que hay sobre la tierra?
O, lo que es lo mismo: ¿qué es el hombre?
La pregunta me parece muy importante porque muchas veces en nuestro lenguaje cotidiano –y ya lo decía ese gran autor que fue Gilbert Keith Chesterton2 pareciera que el hombre no es más que un "bicho raro". Decimos, por ejemplo, que Juanita habla como una cotorra, que Pedro es un perro en el fútbol, que José es un burro para el estudio... etc. O son sólo metáforas, o no hay ninguna diferencia entre Juanita y la cotorra, Pedro y el perro, José y el burro.
El hombre es semejante a los animales. Tiene cuerpo, es decir, orejas, piernas, ojos, etc., como el resto de los animales. Pero en el mismo momento en que lo queremos colocar al lado de los animales constatamos que el hombre es también superior a ellos. El hombre piensa, el hombre es capaz de amar para siempre, es capaz de crear obras de arte, es capaz de ser un héroe... Y esto, queridos jóvenes, no le viene porque tiene un cuerpo, ya que en eso es, precisamente, semejante a los animales. Esto le viene al hombre porque tiene un alma. Un alma espiritual. Un alma inmortal. Un alma que es imagen de Dios.
La realidad del alma es algo con lo cual contamos todos los días, algo que siempre está, por decirlo así, al alcance de la mano; pero también algo que, por ser tan obvio y evidente, muchas veces suele ser descuidado y dejado de lado. Cada vez que vemos una persona mayor, anciana, con una increíble energía y juventud interior; cada vez que reflexionamos sobre nosotros mismos, sobre el "yo", que, como el aire, no se ve pero está; cada vez que recordamos nuestro pasado, que, por ser pasado, ya no existe; cada vez que proyectamos nuestro futuro, que, por ser futuro, aún no es; cada vez que hacemos algo así, nos topamos con la realidad del alma, que es espiritual, que no está ligada a lo corporal, que no depende del tiempo y del espacio.
El alma, que en latín se llama anima (ánima), es lo que anima al cuerpo, lo que le da vida y movimiento, lo que lo hace conocer y amar. El hombre puede conocer y amar porque su alma tiene dos capacidades (o "facultades"), llamadas "inteligencia" y "voluntad". Conoce con la inteligencia y ama con la voluntad. Con la inteligencia "mira", "ve" lo que puede hacer, y con la voluntad "decide", "elige" hacerlo. Por eso el hombre, a diferencia de los animales, es libre. Un pájaro nunca se propondrá, por ejemplo, hacer un nido de tres pisos; tampoco el perro escribirá un libro sobre las cien formas de condimentar el hueso; ningún caballo dictará cursos sobre ejercicios de gimnasia para estar en forma. Siempre actuarán del mismo modo, cada uno según el impulso de su instinto, tal como se los dicta su naturaleza. En cambio el hombre, que posee libertad (por tener inteligencia y voluntad), puede progresar o degradarse por decisión personal.
X X X
Esto último significa, como es fácil advertir, que el hombre es un ser capaz de proponerse fines, objetivos, metas a alcanzar. Un ser que siempre obra pretendiendo algo, es decir, con alguna intención. Un ser que será bueno o malo en la medida en que lo sean los fines que se propone y los medios que elige para alcanzarlos. Porque hay distintos tipos de fines; buenos algunos, malos otros. Si me propongo ser un gran científico para crear una bomba capaz de destruir gran parte de la humanidad, me estaré proponiendo una meta que no me dignifica. Si me propongo tener mucho dinero para darme todos los gustos sin preocuparme por los demás, estaré tomando un camino equivocado. Pero si quiero formar una buena familia, llena de fecundidad, de tal manera que sea un ejemplo para mis futuros hijos, estoy eligiendo un objetivo que verdaderamente me realizará como persona.
Todas nuestras acciones ciertamente tienen un fin. Sin embargo, el fin que más importa es aquel que da sentido a toda la vida, el fin de los fines, el fin último. Dicho con otros términos: la felicidad.
Por eso no basta con saber qué es el hombre. Es necesario saber también para qué es el hombre, cuál es el sentido de su paso por el mundo.
Si ahora salen ustedes a la calle y hacen una encuesta preguntando a las personas para qué hacen lo que hacen, podrán recibir miles de respuestas; pero en el fondo de ellas habrá un solo deseo: SER FELIZ.
¿Qué es la felicidad? Es la pregunta fundamental de nuestra existencia. La pregunta cuya respuesta personal irá realizando cada uno con el desarrollo de la propia vida. La respuesta es difícil. Pero es tan difícil como valiosa.
Queridos jóvenes, a lo largo de estas páginas intentaremos ofrecerles un amplio panorama como para responder con plena madurez y libertad. Porque nada nos hace tan libres como saber. Para que jamás nos pase lo que le ocurrió a esa actriz tan aplaudida de París, Eva Lavallière, que dijo una vez: "Tengo oro y plata y todo cuanto se puede tener en esta vida, y soy la más desgraciada de las mujeres". Sin embargo, después ella fue capaz de cambiar la orientación de su vida... En Rosario una vez, una persona muy rica me dijo: "Padre, lo tengo todo y me falta todo".
Podemos decir que en la existencia humana hay fundamentalmente dos caminos: uno difícil y uno fácil; uno que nos hace felices y otro que nos hace infelices. Para alcanzar la verdadera felicidad es indispensable optar por el camino adecuado: caminando hacia la Antártida no puedo llegar a la Luna.
El camino fácil es, desgraciadamente, el tipo de vida que llevan muchas personas. Es el camino de los que viven en esta vida porque el aire es gratis; de los que se rigen en su vida por lo que hace y dice la mayoría, sin importar si lo que dice la mayoría es malo o bueno; de los que son arrastrados por cualquier vientito, por cualquier moda, porque no tienen raíces; de los que no saben realmente por qué viven, porque, en el fondo, no saben ni de dónde vienen ni adónde van; el camino de los que no tienen juicio crítico, de los hombres "masa", que no tienen ideales altos ni anhelos de virtud; de los que no se saben divertir, sino que se la pasan riendo externamente hallándose vacíos en su interior.
Los que eligen este camino terminan resentidos, se sienten maltratados por la sociedad, se disgustan fácilmente, tienen tedio, desazón, se cansan de la vida; pareciera que estuvieran envenenados y buscan envenenar a los demás con sus "pálidas". Podrá ser por no tener la hermosura física que desearían tener, o el dinero suficiente, por tener que estudiar, por no conseguir novio o novia, trabajo, etc. Eso sí: la culpa siempre la tienen los demás. Los padres, los amigos, los hermanos, la sociedad; y, lo más grave, a veces se la cargan a Dios.
Este camino tiene una característica clave, que siempre debemos tener en cuenta: es un camino de engaño, de mentira. Un camino que promete y no cumple. Un camino que nos presentará lo imaginario como real, lo ficticio como común, lo que puede pasar excepcionalmente como si pasara a diario, de tal manera que termina distrayéndonos de lo más importante. Ejemplos de sobra los tenemos en esas telenovelas que juegan permanentemente con los sentimientos de los que las siguen, creando ansiedades, alegrías, tristezas y diversos estados de ánimo que terminan desequilibrando la afectividad de las personas con un mundo de ficciones. Pero, por otra parte nos presenta lo real como imaginario, ridiculiza la realidad o la presenta como utópica. También tenemos múltiples ejemplos para esto: entre otras cosas, nos quiere hacer creer que vivir la pureza es imposible, que para las chicas la virginidad antes del matrimonio es un ideal irrealizable, como también el respeto mutuo en el noviazgo, que la situación actual de la sociedad ya no tiene solución, o que no hay otra vida después de esta, ni un juicio en el cual tendremos que dar cuenta a Dios de nuestras acciones... En definitiva, lo que nos ofrece este camino es una existencia que prescinde totalmente de Dios, olvidándonos de Él y tapándonos los oídos para ni siquiera escuchar su nombre y su permanente llamada. Un camino en el cual se niega a Dios para justificar los errores y defectos propios que no se quieren corregir.
Pero, como dice el Apóstol San Pablo, "hora es ya de despertar de nuestro sueño"3. No nos debemos dejar engañar. No debemos permitir que las mentiras que tan fácilmente circulan en nuestra sociedad nos hastíen de la vida. La vida es algo hermoso y merece ser vivida. Lo real es real; lo real es posible. Es posible vivir la vida en plenitud. Conocemos miles de jóvenes que viven, por ejemplo, la pureza en plenitud, como verdaderos cristianos, y no son anormales, ni disminuidos física o psíquicamente. Por el contrario son los jóvenes más felices que uno conoce, llenos de vida y de alegría, dispuestos renunciar a sí mismos por el bien de los demás... Son chicas o muchachos que viven ideales grandes, que no se dejan arrastrar por lo que hace la mayoría. Y de estos hay más de lo que se imaginan...
Como pueden ver, es éste el camino de los que decididamente quieren ser felices. Un camino no muy popular en la actualidad, que no tiene propagandas ni publicidad; pero tiene algo que no tienen todos los demás caminos "standard" que se nos quieren presentar: jamás nos engañará y jamás nos dejará vacíos.
Es un camino que exige sacrificio y renuncia, que exige alma de héroes... Que exige la fuerza de los jóvenes. Es el camino de aquellos que en medio de las ocupaciones cotidianas saben levantar la mirada y ver que hay cosas más grandes y nobles por las cuales vale la pena dar la vida; de aquellos que saben decir no a lo malo, aunque la mayoría diga que sí; de aquellos que no viven en un raviol ni en un termo, que no se engañan a sí mismos ni buscan evadirse de la realidad, que vencen los obstáculos como un atleta lleno de energía y no se tapan los ojos como el avestruz ante la primera dificultad; de aquellos que se apasionan y enamoran de las cosas grandes, y por cosas grandes viven y mueren; el camino de aquellos que tienen "alma de príncipes", es decir, que saben vivir de principios firmes y no se dejan arrastrar por la corriente, sino que llevan hasta las últimas consecuencias las exigencias de esos principios. Se trata, en definitiva, de aquellos jóvenes que tienen un alma noble, y en cuyos ojos limpios se transparenta la frescura de un corazón enamorado de lo bueno, lo bello y lo verdadero.
Si les dijera que alcanzarán la felicidad siendo solamente buenos profesionales, les mentiría: hay muchos profesionales famosos que son infelices y desgraciados.
Si les dijera que alcanzarán la felicidad solamente sin hacerle mal a nadie, sería todavía poco... hay muchos que no le hacen mal a nadie y no son felices.
Si les dijera que alcanzarán la felicidad en el alcohol, la droga, el desenfreno, les mentiría más gravemente.
El joven está hecho para cosas mucho más grandes y nobles, luchar para conseguir cosas arduas y difíciles. El joven no está hecho para el placer sino para el heroísmo.
NOTAS:
1 Todos los epígrafes, pertenecen a Juan Pablo II. De ahora en más daremos simplemente la referencia de tiempo y lugar.
2 Para agilizar la lectura daremos sólo las citas de la Biblia y de las estadísticas, en los demás casos las daremos si lo consideramos oportuno.
3 Rom 13,11.

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